A veces hace falta una buena limpieza!!!



Todo vibra. Somos vibración. Nuestros centros de energía distribuidos por el cuerpo nos dan la vitalidad para poder vivir y sobrevivir. A veces mejor, a veces peor. Y todo depende de qué tan "alto" vibre ese punto energético. Ese "chakra".

En nuestro cuerpo existen infinidad de "chakras" pero los más conocidos son siete, que se alinean a lo largo de la columna vertebral desde el coxis hasta la coronilla.

El equilibrio que exista en dichos "chakras" (o la falta de él) determinará e influirá en gran parte nuestro ánimo, nuestras acciones, y nuestra vida.

Esta entrada tratará sobre una meditación-visualización para poder limpiarlos, renovarlos, energizarlos y protegerlos y, al realizarlo, hacer lo mismo con nuestro cuerpo físico, mental, espiritual y etéreo.

Existen muchas visualizaciones de este tipo, pero ésta es mi versión sobre una que leí hace bastante y que encuentro efectiva al realizarla. Y la que, asimismo, otras personas han encontrado efectiva también. Por fin, ante la insistencia de una Amiga, decidí ponerla por escrito, ya que hasta ahora, solamente la practicaba de memoria.

Espero que la disfruten y déjenme saber qué les parece y si les ha servido. =o)


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Relajamos el cuerpo en una posición cómoda, ya sea sentados o acostados, donde podamos sentir que los miembros y todo el resto del cuerpo nos comienza a pesar cada vez más. Cerramos los ojos y visualizamos un rayo de luz plateada o dorada (el que nos haga sentir más confortable) que pasa por el eje de nuestro cuerpo, por el centro y nos atraviesa para alinearnos y traernos paz. Dejamos que nuestro cuerpo sienta cómo la energía de ese rayo nos llena y nos equilibra.

Luego comenzamos a imaginar que nuestros pies se llenan de un color rojo profundo, que pisamos tierra roja, como la tierra con mucha arcilla. Sentimos que nos arraigamos a la tierra con los pies, pero sin desagrado, con una sensación de bienestar, de estar “plantados” en nuestro lugar.

Subimos el rojo profundo por las piernas y ese rojo se transforma en un naranja al llegar a la zona del bajo vientre, la zona del sacro-coxígea.

Un naranja brillante ilumina esa zona, como si varias esferas saltarinas bailaran a su alrededor alborotadas. Sentimos que esa zona se llena de la calidez de ese naranja y que se va transformando en una bellísima amarillo Sol al subir hacia la zona del estómago.

Y allí podemos ver cómo nuestro interior exuda amarillo Sol, amarillo plenitud, un amarillo sano que nos rodea más allá de los límites de nuestro cuerpo pero que se proyecta desde la zona de nuestro centro corporal.

El Sol se transforma en Selva tupida y un verde esmeralda llena nuestro pecho, nuestros pulmones como si respiráramos un aire más puro, más lleno de oxígeno. Imaginamos que ese verde se parece al verde que veríamos si sobrevoláramos la selva del Amazonas, absolutamente pleno y maravilloso. Nos llena de bienestar, de un sentimiento de bondad, de paz y de unión con la naturaleza aunque sea en ese momento.

Subimos hacia la garganta y podemos ver el color del cielo de esa selva, celeste como pocos. De ese celeste diáfano que no podemos dejar de mirar y que aclara nuestra garganta y que con cada respiración se lleva todas las impurezas que puede haber en esa parte de nuestro cuerpo. También se lleva todo lo que dijimos y no quisimos, todo lo que no dijimos, todo lo que está atragantado. Todo se va a ese cielo y más allá y nuestra garganta se vuelve del mismo color, de ese color celeste purísimo.

Subimos un poquito más y nos centramos en la región del entrecejo. Intentamos, con los ojos cerrados, posar la mirada allí, en la frente, justo sobre la nariz. Vemos como de a poco se va formando una estrella, la que más nos guste, de un azul profundo, un azul que se parece al color del cielo cuando es de noche, un azul que tiene algo de violeta, pero sigue siendo azul profundo. Y la estrella que vemos es nuestro propio reflejo y cada vez se hace más brillante hasta que vemos cómo se acerca a nosotros y podemos verla dibujada frente a nuestros ojos cerrados. Una estrella perfecta y hermosa, de color azul índigo, azul profundo y con algo de violeta, que es la estrella que nos guía en nuestras intuiciones.

Esa estrella es la que nos guía a seguir hacia nuestra coronilla, hacia el último destino, la parte alta de nuestra cabeza, la coronilla. Podemos ver una pequeña corona color violeta amatista, una corona con piedras plateadas muy brillantes y con piedras violetas que emana una luz violeta plateada muy, muy brillante y que se posa suavemente sobre nuestra cabeza. Y cuando la sentimos en nuestra cabeza, sentimos una paz que completa a todos los colores que vimos antes, y los repasamos mentalmente del primero a este último, sólo para verificar que siguen allí y al llegar a la corona sobre nuestra cabeza las piedras brillan aún más.

Sentimos que el rayo que nos atravesaba por nuestro centro, nuestro eje, nuestro núcleo se hace más fuerte; ahora está más estable, más nutrido.

Por último, para que todos los colores se queden con nosotros, sentimos que una capa inmensa de terciopelo violeta muy oscuro es posada sobre nuestras espaldas y cabeza, y que sin hacer nada, nos envuelve delicadamente protegiéndonos. Vemos, sentimos como nos envolvemos hacia nuestro interior, cubiertos por la capa de ese violeta extremadamente oscuro, cada vez más, y cuando sentimos que hemos llegado hasta el punto en el que nos sentimos seguros porque nada externo puede llegar a nosotros, porque esa capa es un escudo, estamos listos para, de a poco, ir abriendo nuevamente los ojos, y percibir la realidad de otra forma, con otra actitud y mucho más fuertes.


El Alma en su Laberinto ·· Hoy, en plena vibración e Iluminación.

"El Antepasado de mi Sonrisa"




"Árbol de Diana"
Alejandra Pizarnik


13

explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome




17

Días en que una palabra lejana se apodera de mí.
Voy por esos días sonámbula y transparente. La
hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta
casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo
y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su
espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su
elemento místico, su fornicación de nombres cre-
ciendo solos en la noche pálida.)



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Los días se suceden; lo que fue, no es; lo que es, parece una máscara de la realidad insensata. Los días caen uno tras otro en una sucesión de pequeñas catástrofes cotidianas envidiadas por quienes sufren catástrofes mayores que aquéllos a su alrededor. Los días de sol siguen siendo helados, con sabor a vainilla, con perfume a arándanos, con sonido a pensamientos. Cada pestañeo provoca un estruendo en el Alma que podría ser irreparable. Cada suspiro tiene un significado intrínseco resguardado con contraseñas olvidadas e imposibles de recuperar. Cada línea de la mano cuenta historias, no del futuro, sino de las batallas -ganadas o perdidas- que alguna vez nos inundaron hasta quitarnos la respiración. Las horas no son más que una consecuencia lógica de la inercia de las mentes, no son más que cientos de preguntas sin responder que permanecen en el tiempo.


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El Alma en su Laberinto ·· Hoy, necesitando comprender tantas cosas...