Reflexiones de ascensor

(simplemente porque las "reflexiono" en el ascensor. Así de simple era).


*carraspeando*


"El egocentrismo no reside en cuánto una persona se pre-ocupa por sí misma, sino en lo poco que dicha persona se pre-ocupa por las personas que la rodean".


Vualá.
Miiiuuurrda que me vine profunda hoy.



Alma (en su Laberinto)  ··  Hoy, "meditando" (literal y metafóricamente hablando, para variar).



(Nota al margen: Blogger anda para el c@r?j*!!!!!! Grrrrr  ¬¬ )

De cómo hicimos historia (III)

(hace unos 15 días, escribía...)


Cuando me des-abracé, no sabía ni dónde estaba el escenario. Algo difícil en mí, había perdido el sentido de la orientación y encima estaba mareada, embriagada de sentimientos.

Miré a m alrededor y la mayoría se secaba las lágrimas, pero algo había en común: la sensación del triunfo, por una vez, de la justicia a favor de las minorías que necesitan de ese amparo. El triunfo de la gente que ama diferente a una mayoría que es sólo eso: un número en un total.

Respiré con el pecho abierto y libre por primera vez en semanas, y sentí esa liberación de un peso que no me había dado cuenta de que estaba allí.

Luego de algunos discursos breves en el escenario, emotivos, alentadores, esperanzadores, la "pequeña" multitud se alejó de la plaza en dirección a Callao y Rivadavia.

Nosotras ya nos habíamos organizado en taxis; lo único que nos faltaba era eso: el transporte. Caminamos con la gente en medio de los festejos y, al llegar a Rivadavia, nos recibió algo más increíble aún: los autos que pasaban tocaban bocina, festejaban con nosotrxs, dentro de sus vehículos podía verse las caras sonrientes que miraban el desfile improvisado.

Nos dirigimos hacia el norte, por Rivadavia y al cruzar Callao, en una ventana sobre la vieja Cafetería El Molino, un grupo de chicos se asomó y desplegó una bandera con un corazón en rojo que decía algo así como "Paz". Nos saludaban, festejaban y los autos seguían tocando las bocinas mientras pasaban, con la gente que alentaba.

Nos mirábamos y decíamos que lo que estábamos viviendo era absolutamente increíble, impensable. Impagable. Caminábamos por Rivadavia, por la calle, haciendo bromas, riéndonos mientras esperábamos que pasase algún taxi para volver a nuestras casas.

Al pasar por un lugar con un cartelito de los "naranjines" (todos por la familia o algo así) pegado, hice lo que venía queriendo hacer pero no había tenido oportunidad: saqué mi fibrón y le dibujé  una carita triste a ambos progenitores y una carita feliz al niñito en medio. Lxs chicxs rieron y V. sacó foto (V., quiero esa foto!!).

Finalmente conseguimos dos taxis y nos repartimos entre ellos rápidamente.

Llegué a casa pasadas las 5 de la mañana, rebosante y orgullosa. Fui a mi habitación y encendí el televisor. Creo que en C5N mostraban algo. La notera de la mañana contaba que se había aprobado la ley. Me enteré de que la diferencia había sido de 33 a 27. En aquel momento no sólo no había llegado a escuchar bien sino que pensé que la diferencia era como la de la votación anterior, la del dictamen de mayoría.

No aguanté y fui con la noticia a mi madre. Ella sonrió entre sueños y murmuró algo que me dio a entender que se había levantado y había encendido la tele para ver en qué andaba todo y ya estaban mostrando el resultado. Luego me preguntó, todavía con una sonrisa: "Hija, ¿como vas a hacer para levantarte?".

Sonreí y le dije: "¡Qué se yo! ¡No sé! ¡No me importa!"

Y la sonrisa esbozada en mi cara dejaba ver que mi frase estaba cargada de una felicidad que sería la que haría que al día siguiente (en 3 horas, en realidad), mi cuerpo saltase de la cama para volver a mi rutina de trabajo. A mi clase, con mis alumnos religiosos, a quienes no mencionaría palabra pero observaría y sonreiría con mi sonrisa más brillante.

Esa mañana, ese día, caminaba por la calle con los labios formando una medialuna dulce. Mirando al frente, disfrutando de la justicia cumplida.

Claro, luego los "naranjines" comenzaron con el circo de bombardear al vicepresidente para que derogase una ley perfectamente constitucional antes de que la presidenta pisase suelo argentino nuevamente. Comenzaron a llenar los muros (de facebook) de los senadores que, libre y amparados por la democracia, votaron según sus propias convicciones (pero contrariamente a los valores autoritarios de quienes no pueden concebir que una minoría tenga exactamente los mismos derechos).

Yo intentaba imaginar el escenario opuesto. Si la ley se hubiera rechazado. ¿Hubiesen sido tan bombardeados todos los senadores? ¿Hubiesen agradecido algunos de ellos, por votar lo que ellos defendían, o habrían dado por sentado que así debía ser? Tantas preguntas revertidas que algunas daban gracia al pensar las respuestas.

Y luego del circo de todos estos meses, y de un fin de semana extrañamente "light" (en lo que a comida se refiere) mi sistema digestivo dijo BASTA y me invadieron nauseas, mareos, dolores de cabeza y mucho sueño. Ataque al hígado o aledaños, salvo que no había comido nada pesado.

Diagnóstico: había "tragado" semanas y semanas de bronca, de insultos, de denigración hacia nuestras personas y mi cuerpo, sabio como todo cuerpo, se quejó.

Luego me recuperé, no tuve internet y otras catástrofes por el estilo, y como lo que quería publicar primero era esto, tal y como lo había vivido, mi blog quedó medio suspendido en la nada misma.

Pero ya, hemos vuelto. Eso espero. Son tiempos extraños, de introspección, entre otras cosas. O no. (!)

Y, habiendo tardado casi un mes en escribir esto y habiendo pasado otro mes previamente hasta que empecé a hacerlo, desde la votación y aprobación de la Ley, cumplo conmigo misma en esta simple pero emotivísima (?) ceremonia.  *papel picado*


(Y el blog ha quedado liberado para mí, para poder divagar nuevamente. esteemmm.... esperemos.)


Alma en su Laberinto  ··  Hoy, rememorando memorias preciadas y preciosas.



De cómo hicimos historia (II)

(hace más o menos un mes, escribía...)


Esa tarde, me fui ya preparada porque del laburo me iba a la marcha. Llevé mi banderita arco-iris, mis pins, mi cintita y mi mini vuvuzela. Salí del trabajo con una sonrisa mensajeándome con la Condesa para ver por dónde andaba.

Tomé el 29 que me dejó como a 10 cuadras y cuando caminaba por Callao hacia el Congreso, veía cómo la gente volvía. Les miraba las caras, intentando descifrar algo de lo que sucedía. Esa tarde temprano había escuchado algunos argumentos dados en la Cámara Alta que no podrían encontrarse ni en un jardín de infantes, así que todo era posible.

Recuerdo uno particularmente, creo que de la señora Sonia Escudero, que debe ser una de las tantas mujeres que se olvidan de que ellas están allí hablando con total derecho y libertad de no ser apedreadas gracias a las tantas mujeres que lucharon para que no se nos considerasen seres infernales, inferiores o descerebrados.

Esta mujeres decía, entre otras cosas, que "si cuando nosotras salimos un rato y dejamos a nuestros maridos con nuestros hijos, al volver es un caos, imagínense lo que sería una casa con dos hombres a cargo!"   O.O

Llegué a la plaza, me encontré con la Condesa y otras tantas blogueras conocidas en persona y que no conocía. Me encontré con conocidas del foro. Me contaron las novedades de la jornada, los rezos anaranjados, los discursos destacados (por idiotas, por brillantes, por increíblemente retrógrados). Se oía la voz del orador de turno por un parlante. De vez en cuando abucheos o aplausos. Yo con mi banderita y mi mini vuvuzela, feliz.

Intercambiábamos teorías, hacíamos parodias, nos reíamos felices. Elaboramos una ley de matrimonio acorde con los valores para "el país que dios quiere", en el que sólo podrían unirse en sacramento quienes firmasen y se comprometiesen a reproducirse, habiendo superado un examen físico de fertilidad (demás está decir que deben ser de edad fértil, pfff!), y habiendo firmado un compromiso a no divorciarse nunca jamás. Y otras nimiedades por el estilo.

Llegó la hora de la pizza y nos dirigimos raudamente como compañerxs de toda la vida a compartir la vena. Muchxs nos habíamos conocido hacía menos de 3 horas. Por un rato nos alojamos en un restaurante calentito y charlamos en "nuestra noche", aquélla en la que parecía que de verdad teníamos iguales derechos aun cuando la ley todavía se estuviera discutiendo. Un televisor a lo lejos nos dejaba ver quién hablaba pero no qué decía e intentábamos recordar cómo era que votaría cada legislador.

Terminada la pizza, vuelta a la plaza. Nos encontramos con varixs conocidxs de unxs y de otrxs. Saludos, preguntas de paradero, mates y tés compartidos para apalear los 2° C que hacía.

Iba quedándose la gente que permanecería hasta el final de la noche.

Nos llegan rumores de que vamos 2 ó 3 votos arriba y sólo quedan dos senadores y Pichetto. Faltaban como seis sin contar con las interminables interrupciones de la señora Negre de Alonso.

Los ánimos se iban caldeando; de hecho yo cada vez sentía menos frío.

Miraba el reloj de vez en cuando; las horas parecían volar justo cuando necesitaba que no se fueran. Me levantaría a las ocho y media. Suelo dormir cinco horas a veces, por lo que acostarme a las tres y algo no sería para tanto. Pero la señora Negre de Alonso seguía interrumpiendo. Le prometí, mirando al recinto desde la plaza, una lluvia de huevos a la salida, no sólo por las interrupciones, sino por la magnitud de las pelotudeces que osaba decir a esas horas de la madrugada.

Por fin terminaron los oradores. En el escenario semi-desarmado (habían estado trabajando afanosamente varios hombres en quitar toda la estructura desde temprano), empezaron a juntarse los representantes de las distintas asociaciones y personas públicas que habían sido cara de la lucha en todo ese tiempo. La señora Negre de Alonso insistía en interrumpir, desplegando acusaciones (tal y como comenzó la sesión) de discriminación hacia su persona.

Afuera la gente le gritaba, le chiflaba y le dedicaba cánticos que decían exactamente lo que ella decía que le dijeron en el recinto y en realidad nunca le dijeron.

Llegó el momento en el que Pampurro, en teoría a cargo de la sesión, puso un pseudo-límite y decidió que había que votar. Deben votar. Van a votar.

El dictamen de Mayoría. El engendro ridículo en el que la negativa será una genial noticia.

Desde el escenario Morgado y César Cigliutti lo anuncian. En la carpita lo miran por el plasma. Votando....

Vemos a la gente de la carpita que salta y grita y suponemos que el resultado es positivo. En efecto, anuncian: 32 votos negativos, 30 positivos, 3 abstenciones. Saltamos nosotras, gritamos, nos abrazamos.

Enseguida se hace silencio ya que anuncian que votarán "por sí al matrimonio gay o por no al matrimonio gay".

Nos aferramos de las manos "como" si nuestras vidas dependieran de ello. Casi casi como si se estuviera definiendo una importante arte de nuestro destino. Ah. Cierto. Se estaba definiendo nuestro futuro, nuestro destino, nuestros derechos y tantas otras cosas inimaginables en ese momento y probablemente en los meses que seguirían.

Mi corazón, creo, no latía así desde hacía bastante. Una sensación extrañísima, adrenalínica y vertiginosa.

- Votando... - se escucha por los parlantes. Cierro los ojos y repito: "Por favor, por favor, por favor, por favor...."

Y luego de los instantes eternos, se escucha por el parlante un glorioso:

- 33 votos a favor, 27 en contra, 3 abstenciones. El Matrimonio Homosexual es Ley en la República Argentina.

Yo, personalmente

La gente reunida explotó en gritos, en llantos, en abrazos.

La manos que aferraba se convirtió en un par de brazos que me envolvieron y a los que envolví. Con aquella desconocida-conocida a quien conocía de leer en diversos sitios internáuticos, nos abrazamos increíblemente fuerte, y de pronto, como algo visceral que había estado allí escondido, latente, surgió y subió un llanto extremo. Mi cuerpo empezó a sacudirse en sollozos que se originaban en el estómago. Cuanto más lloraba más fuerte contra sí me apretaba quien me abrazaba.

Nuevamente, hacía mucho que no lloraba de esa manera. Por la alegría, por alivio, por justicia, por derechos logrados y por estar allí para recibirlos.


(y por el bien de quien sea que lee, continuaré mi relato después de unos refrigerios).


Alma en su Laberinto  ··  Hoy, rememorando memorias preciadas.




De cómo hicimos historia (I)

13/08/2010

Hace un mes que estoy intentando escribir algo sobre aquella noche pero no hay caso: no sale nada. Quizás por la inmensidad de los sentimientos; quizás porque no se pueden poner en palabras sensaciones que apenas se llegan a entender.

Durante meses soportamos (no voy a decir "tolerar" porque para mí "tolerar" no es algo malo, como ya dije en alguna oportunidad. El concepto budista de "tolerar" y "tolerancia" es absolutamente virtuoso), entonces, decía, soportamos todo tipo de "agravios". Desde opiniones con alguna cuasi-especie de base que no se desmoronaba de mirarla por esos misterios de la naturaleza, hasta las excusas para insultarnos con palabras "bonitas" (a veces) que encubrían las verdaderas abominaciones o con expresiones dignas del obscurantismo más cerrado, "en nombre de" algo supuestamente más sagrado.

Escuchamos invocar los diferentes nombres de un supuesto mismo dios en vano, si no me equivoco, uno de los mismísimos mandamientos de ese mismísimo dios. Si yo me pongo en el lugar de una persona religiosa, que cree en dios, y mi dios me dice que lo amaré a él por sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo, que no utilizaré o invocaré su nombre en cano, lo que yo entiendo es muy sencillo: no voy a utilizar el nombre de dios para justificar cualquier acción que provenga de mi ser sólo por el hecho de ser "criaturas" del señor. Si debo amar a mi dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a mí misma, entonces no voy a andar insultando a la gente que hace o piensa diferente a mí porque supuestamente lo que mi dios querría es que estuviese por encima de esas diferencias. Y si mantengo discursos de odio para con personas que hacen o dicen cosas totalmente contrarias a mi ideología, aún así debería "amarlo" (entiéndase, no odiarlo) ya que eso es lo que mi dios pone por encima de todo: los mandamientos y el amor.

Claro que como no sólo no creo en dios sino que no creo que dios exista, solamente puedo imaginar cómo sería ese sentir. Y dejo en claro que además de no creer en dios no creo que éste exista porque he escuchado a algún pastor evangelista decir con una seguridad abrumadora que "la gente puede no creer en dios, pero dios igualmente existe". Déjeme decirle, señor pastor, que usted está abusando del sentido de omnipotencia que es el que le atribuye a su dios. Supuestamente dios es el omnipresente, omnipotente y omnisciente, no sus representantes en la tierra, y el mero hecho de que ustedes decida dedicarse a difundir una ideología en la que cree no lo habilita para desmerecer las "creencias" de quienes piensan diferente.

Sucede que lo que creo es que esta gente se siente como amenazada o algo así frente a personas que pueden vivir son creer en que un poder superior regula sus vidas sino que somos plenamente responsables de nuestros actos. 

En fin, no intentaba ni intento escribir una entrada religiosa pero creo que han metido la religión demasiado, casi desplazando los ejes principales de esta ley y nadie pudo ni puede permanecer impasible ante esta especie de revolución religiosa.

De todas formas, decía, hace poco más de un mes que quería poner por escrito algo de todo lo que sentí aquella noche, aquel día, aquella semana que ya parece tan lejana.

Recuerdo el martes 13, ruidazo por la igualdad. Me llevé una mini vuvuzela de cotillón obtenida de un huevo de pascua al laburo para hacer quilombo (¡qué ironía!). Trabajo en un barrio tan almidonado que no se escuchó nada, ni un bocinazo. No había visto los carteles de los "naranjines" hasta que no me aparté un poco más hacia las avenidas. Pero, llegué ese día a casa, y sin poder resignarme, abrí la puerta del balcón, asomé la cabeza y soplé unas cuantas veces. Este artilugio en particular hace *mucho* ruido, pero MUCHO, y depende de con cuánta fuerza se impulse el aire. Realmente puede ser un rompe-tímpanos.

El miércoles a la mañana tenía un grupo que aprende español sólo conmigo, que apenas terminaron el nivel 2. Pertenecen a una congregación religiosa. Me preguntaron qué pensaba de la marcha naranja del día anterior. Les pregunto si su pregunta es sobre mi opinión acerca de la marcha o acerca de la ley. No, es acerca de la marcha. (?) Intento, como puedo para que me entiendan, explicarles que sinceramente no me parece bien. Me comentan que no les parece bien la ley porque Argentina es muy grande (??) pero sólo tiene 40 millones de habitantes (??). Y si la gente se casa con personas del mismo sexo, no podrá tener hijos y... (???)

No sé si terminaron este "argumento" pero se entendió el punto. Tratando de no brotarme, les expliqué que no opinaba lo mismo y que lo bueno es que se pueda hablar sobre esto, bla, bla, bla. Que es un tema difícil, bla, bla, bla. (sobre todo porque casi no hablan español y pudimos comunicarnos en estos temas! [!] ).


Quiero hacer un corte aquí, ya que, para variar, lo que escribí, no sólo lo escribí en varios días, sino que además, es LAR-GO. So, dejo esta parte pseudo-religiosa aquí, para continuar con la parte expeditiva-de campo en la próxima entrada. ;o)  Ahí los veo!


Alma en su Laberinto  ··  Hoy, rememorando memorias. =o)