De cómo hicimos historia (II)

(hace más o menos un mes, escribía...)


Esa tarde, me fui ya preparada porque del laburo me iba a la marcha. Llevé mi banderita arco-iris, mis pins, mi cintita y mi mini vuvuzela. Salí del trabajo con una sonrisa mensajeándome con la Condesa para ver por dónde andaba.

Tomé el 29 que me dejó como a 10 cuadras y cuando caminaba por Callao hacia el Congreso, veía cómo la gente volvía. Les miraba las caras, intentando descifrar algo de lo que sucedía. Esa tarde temprano había escuchado algunos argumentos dados en la Cámara Alta que no podrían encontrarse ni en un jardín de infantes, así que todo era posible.

Recuerdo uno particularmente, creo que de la señora Sonia Escudero, que debe ser una de las tantas mujeres que se olvidan de que ellas están allí hablando con total derecho y libertad de no ser apedreadas gracias a las tantas mujeres que lucharon para que no se nos considerasen seres infernales, inferiores o descerebrados.

Esta mujeres decía, entre otras cosas, que "si cuando nosotras salimos un rato y dejamos a nuestros maridos con nuestros hijos, al volver es un caos, imagínense lo que sería una casa con dos hombres a cargo!"   O.O

Llegué a la plaza, me encontré con la Condesa y otras tantas blogueras conocidas en persona y que no conocía. Me encontré con conocidas del foro. Me contaron las novedades de la jornada, los rezos anaranjados, los discursos destacados (por idiotas, por brillantes, por increíblemente retrógrados). Se oía la voz del orador de turno por un parlante. De vez en cuando abucheos o aplausos. Yo con mi banderita y mi mini vuvuzela, feliz.

Intercambiábamos teorías, hacíamos parodias, nos reíamos felices. Elaboramos una ley de matrimonio acorde con los valores para "el país que dios quiere", en el que sólo podrían unirse en sacramento quienes firmasen y se comprometiesen a reproducirse, habiendo superado un examen físico de fertilidad (demás está decir que deben ser de edad fértil, pfff!), y habiendo firmado un compromiso a no divorciarse nunca jamás. Y otras nimiedades por el estilo.

Llegó la hora de la pizza y nos dirigimos raudamente como compañerxs de toda la vida a compartir la vena. Muchxs nos habíamos conocido hacía menos de 3 horas. Por un rato nos alojamos en un restaurante calentito y charlamos en "nuestra noche", aquélla en la que parecía que de verdad teníamos iguales derechos aun cuando la ley todavía se estuviera discutiendo. Un televisor a lo lejos nos dejaba ver quién hablaba pero no qué decía e intentábamos recordar cómo era que votaría cada legislador.

Terminada la pizza, vuelta a la plaza. Nos encontramos con varixs conocidxs de unxs y de otrxs. Saludos, preguntas de paradero, mates y tés compartidos para apalear los 2° C que hacía.

Iba quedándose la gente que permanecería hasta el final de la noche.

Nos llegan rumores de que vamos 2 ó 3 votos arriba y sólo quedan dos senadores y Pichetto. Faltaban como seis sin contar con las interminables interrupciones de la señora Negre de Alonso.

Los ánimos se iban caldeando; de hecho yo cada vez sentía menos frío.

Miraba el reloj de vez en cuando; las horas parecían volar justo cuando necesitaba que no se fueran. Me levantaría a las ocho y media. Suelo dormir cinco horas a veces, por lo que acostarme a las tres y algo no sería para tanto. Pero la señora Negre de Alonso seguía interrumpiendo. Le prometí, mirando al recinto desde la plaza, una lluvia de huevos a la salida, no sólo por las interrupciones, sino por la magnitud de las pelotudeces que osaba decir a esas horas de la madrugada.

Por fin terminaron los oradores. En el escenario semi-desarmado (habían estado trabajando afanosamente varios hombres en quitar toda la estructura desde temprano), empezaron a juntarse los representantes de las distintas asociaciones y personas públicas que habían sido cara de la lucha en todo ese tiempo. La señora Negre de Alonso insistía en interrumpir, desplegando acusaciones (tal y como comenzó la sesión) de discriminación hacia su persona.

Afuera la gente le gritaba, le chiflaba y le dedicaba cánticos que decían exactamente lo que ella decía que le dijeron en el recinto y en realidad nunca le dijeron.

Llegó el momento en el que Pampurro, en teoría a cargo de la sesión, puso un pseudo-límite y decidió que había que votar. Deben votar. Van a votar.

El dictamen de Mayoría. El engendro ridículo en el que la negativa será una genial noticia.

Desde el escenario Morgado y César Cigliutti lo anuncian. En la carpita lo miran por el plasma. Votando....

Vemos a la gente de la carpita que salta y grita y suponemos que el resultado es positivo. En efecto, anuncian: 32 votos negativos, 30 positivos, 3 abstenciones. Saltamos nosotras, gritamos, nos abrazamos.

Enseguida se hace silencio ya que anuncian que votarán "por sí al matrimonio gay o por no al matrimonio gay".

Nos aferramos de las manos "como" si nuestras vidas dependieran de ello. Casi casi como si se estuviera definiendo una importante arte de nuestro destino. Ah. Cierto. Se estaba definiendo nuestro futuro, nuestro destino, nuestros derechos y tantas otras cosas inimaginables en ese momento y probablemente en los meses que seguirían.

Mi corazón, creo, no latía así desde hacía bastante. Una sensación extrañísima, adrenalínica y vertiginosa.

- Votando... - se escucha por los parlantes. Cierro los ojos y repito: "Por favor, por favor, por favor, por favor...."

Y luego de los instantes eternos, se escucha por el parlante un glorioso:

- 33 votos a favor, 27 en contra, 3 abstenciones. El Matrimonio Homosexual es Ley en la República Argentina.

Yo, personalmente

La gente reunida explotó en gritos, en llantos, en abrazos.

La manos que aferraba se convirtió en un par de brazos que me envolvieron y a los que envolví. Con aquella desconocida-conocida a quien conocía de leer en diversos sitios internáuticos, nos abrazamos increíblemente fuerte, y de pronto, como algo visceral que había estado allí escondido, latente, surgió y subió un llanto extremo. Mi cuerpo empezó a sacudirse en sollozos que se originaban en el estómago. Cuanto más lloraba más fuerte contra sí me apretaba quien me abrazaba.

Nuevamente, hacía mucho que no lloraba de esa manera. Por la alegría, por alivio, por justicia, por derechos logrados y por estar allí para recibirlos.


(y por el bien de quien sea que lee, continuaré mi relato después de unos refrigerios).


Alma en su Laberinto  ··  Hoy, rememorando memorias preciadas.




2 se animaron!:

Condesa da Estálaleche dijo...

Esa noche tuve que irme tempranito. Hasta las 2-3 escuché a todos los senadores, después me quedé dormida. Al día siguiente, a eso de las 8 am mi bonita novia prendió la tele y lo vi ¡era ley!

Estas cosas son las que hay que rememorar, estoy totalmente de acuerdo :)

Hola ^^

Alma en su Laberinto dijo...

Hola Estimada! ^.^

Claro, recuerdo que debió irse. =o(
(Lo que me recuerda que tengo pendiente conocer a su bonita novia =oP ).

Yo, en ese momento, balanceé mis opciones: eran las 3 de la mañana, tendría que despertarme a las 8:30, estaba a 10 minutos en taxi de mi casa.

Opción A) me iba a casa y (obviamente) miraba el debate por tele, porque no iba a poder dormirme, lo cual derivaría en festejar, como mucho, con mi gata siamesa (no creo que mi "tabby gray" se prendiese; ya está mayor para esos trotes).

Opción B) me quedaba y miraba el debate en vivo y en directo lo cual derivaría en festejar con la multitú, y, terminado todo, tomar ese taxi de 10 minutos a casa.

Digamos que no había mucho para pensar, ¿no? =oP

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